Santa Cruz de Flores



A tan solo una hora al sur de Lima, entre los suspiros del valle y el murmullo del río Mala, se encuentra
Santa Cruz de Flores, un encantador distrito que parece haber sido esculpido por el tiempo y bendecido por la tierra. Con una superficie de 100.06 km², este rincón es uno de los 16 distritos que conforman la provincia de Cañete, y se alza como un testimonio vivo de tradición, fertilidad y fervor.

Elevado a la categoría de distrito el 21 de diciembre de 1922 por la Ley N.º 4611, bajo el gobierno del presidente Augusto B. Leguía, Santa Cruz de Flores guarda en sus calles y campos la memoria de antiguos pobladores que, entre los años 1800 y 1830, llegaron desde Chilca para fundar una comunidad que hoy florece con orgullo. Su nombre honra a la Santísima Cruz, patrona del lugar, y a las flores que los frailes franciscanos vieron brotar en sus fértiles tierras.


(Santa Cruz de Flores, luce así, lo reconocerás)

Este distrito es conocido como la capital del vino y el buen pisco, donde la uva no solo se cultiva, sino que se transforma en arte líquido. Aquí, el vino y el pisco se elaboran de forma artesanal, con el cuidado que solo la tradición puede enseñar. Pero no solo la vid prospera: también se cultivan peras, manzanas, plátanos, duraznos, yuca y legumbres, en tierras que parecen bendecidas por el sol y el esfuerzo de su gente.

Para llegar a Santa Cruz de Flores, se toma la desviación en el kilómetro 86 de la Panamericana Sur, a la altura de la playa León Dormido. Desde allí, el paisaje se abre como un libro de acuarelas: campos de cultivo, ganado pastando, y el aire perfumado por la fruta madura.



El distrito se compone de 16 centros poblados, entre ellos Azpitia —conocido como el “Balcón del cielo” por sus vistas al valle—, Bellavista, San José, Nuevo San Andrés, Portillo Naranjo, y muchos más. Cada uno guarda su propia historia, su propia voz, y juntos forman el coro de una comunidad que vive con sencillez, fe y trabajo.

Santa Cruz de Flores no solo es tierra fértil: es también tierra de espíritu. Sus paisajes invitan a la contemplación, sus caminos a la caminata, y su gente a la conversación. Es un lugar donde el visitante no solo recorre el espacio, sino también el alma.

Ven a Santa Cruz de Flores. Camina sus rutas, prueba sus frutos, escucha sus historias. Aquí, cada paso es un poema, cada sorbo una celebración, y cada encuentro, una flor que se abre al corazón.






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